Control es la necesidad desmedida de una persona por intervenir en aquello que le rodea, por ejercer un poder sobre todo lo que ocurre y actuar ante esas consecuencias.
La necesidad de control surge de la dificultad para manejar la incertidumbre.
Teniendo en cuenta que la vida es impredecible, la idea de controlarte a ti mismo, a los demás y a todo lo que tienes cerca, sólo produce desgaste y frustración: pensar que lo controlas todo, es una ilusión, un espejismo, una necesidad para reducir esa incertidumbre.
Los problemas o situaciones que afrontamos día a día, tienen 3 niveles de control:
🔹 Control directo ➡️ son las circunstancias que están dentro de nuestro ámbito de influencia; involucran nuestra propia conducta, nuestros hábitos; podemos esforzarnos por cambiar factores para obtener un resultado que puede darse o no
🔹 Control parcial ➡️ son las circunstancias en las que podemos influir relativamente a través de la empatía o persuasión, por ejemplo; hay que ser consciente de que podemos modificar o ajustar sólo parcialmente algunos cambios
🔹 Control inexistente ➡️ son las circunstancias en las que no controlamos absolutamente nada ni podemos hacer nada por cambiar lo que está ocurriendo; si nos disgusta, lo único que podemos hacer es trabajar la aceptación, entender que algo es como es y cambiarlo ni está en nuestras manos ni podemos intervenir
Intentar controlar lo incontrolable es una ilusión que sólo genera sufrimiento, un desgaste inútil de energía, una respuesta a la ansiedad y al miedo; intentar controlar lo incontrolable sólo genera preocupación y es una manera estéril de alejarnos de la tranquilidad y restar foco a lo que sí está en nuestras manos transformar.
Finalmente, y dependiendo del ámbito, lo que debemos hacer es distinguir lo que depende de nosotros de lo que no, sustituir el control por acompañamiento, aceptar la diferencia, revisar expectativas y aceptar que no podemos controlar la vida pero sí cómo responder a ella.
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce sufrimiento, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.” Victor Frankl.
La necesidad de control surge de la dificultad para manejar la incertidumbre.
Teniendo en cuenta que la vida es impredecible, la idea de controlarte a ti mismo, a los demás y a todo lo que tienes cerca, sólo produce desgaste y frustración: pensar que lo controlas todo, es una ilusión, un espejismo, una necesidad para reducir esa incertidumbre.
Los problemas o situaciones que afrontamos día a día, tienen 3 niveles de control:
🔹 Control directo ➡️ son las circunstancias que están dentro de nuestro ámbito de influencia; involucran nuestra propia conducta, nuestros hábitos; podemos esforzarnos por cambiar factores para obtener un resultado que puede darse o no
🔹 Control parcial ➡️ son las circunstancias en las que podemos influir relativamente a través de la empatía o persuasión, por ejemplo; hay que ser consciente de que podemos modificar o ajustar sólo parcialmente algunos cambios
🔹 Control inexistente ➡️ son las circunstancias en las que no controlamos absolutamente nada ni podemos hacer nada por cambiar lo que está ocurriendo; si nos disgusta, lo único que podemos hacer es trabajar la aceptación, entender que algo es como es y cambiarlo ni está en nuestras manos ni podemos intervenir
Intentar controlar lo incontrolable es una ilusión que sólo genera sufrimiento, un desgaste inútil de energía, una respuesta a la ansiedad y al miedo; intentar controlar lo incontrolable sólo genera preocupación y es una manera estéril de alejarnos de la tranquilidad y restar foco a lo que sí está en nuestras manos transformar.
Finalmente, y dependiendo del ámbito, lo que debemos hacer es distinguir lo que depende de nosotros de lo que no, sustituir el control por acompañamiento, aceptar la diferencia, revisar expectativas y aceptar que no podemos controlar la vida pero sí cómo responder a ella.
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce sufrimiento, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.” Victor Frankl.