El secuestro emocional ocurre cuando nuestras emociones se elevan a un punto en el que ya no estamos pensando racionalmente sino que se apoderan de nosotros y nos ciegan, quedándonos atrapados en ellas y pudiendo tener reacciones desproporcionadas con alguien por algo que, a posteriori, te das cuenta de que no era tan importante.
Son momentos en los que la emoción nos invade de forma extrema y fomenta que actuemos sin pensar, haciendo que perdamos el control.
Su duración oscila entre unos pocos minutos y alrededor de cuatro horas.
En este proceso suele haber lagunas de memoria, de tal manera que cuando alguien nos pregunta qué ocurrió, nos cuesta recordar detalles, partes de la conversación e incluso vestimentas o lugares.
El secuestro emocional forma parte de la gestión de conflictos, situaciones que pueden alterar tanto física como psicológicamente a las personas que están envueltas en ellos.
Puede tener graves repercusiones en el lugar de trabajo, ya que uno de los comportamientos más penalizados en el ámbito laboral, es la falta de autocontrol, la pérdida de nervios y el enfrentamiento con los compañeros: la comunicación se interrumpe, los equipos se fracturan, las relaciones quedan erosionadas y el rendimiento en el puesto de trabajo se ve afectado.
La estabilidad emocional, debería considerarse como una competencia laboral clave en el ámbito de la empresa (esto ya se mide en las entrevistas personales a futuros miembros de las Fuerzas Armadas, pilotos o astronautas) que favorecería la calidad de las relaciones interpersonales, la productividad y el bienestar, facilitando además la aparición de nuevos retos y la toma de decisiones acertadas.
Canalizar correctamente las emociones frente a problemas y situaciones difíciles, permite al trabajador establecer una óptima convivencia, independientemente del entorno en el que se encuentre.
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