Los gritos son una forma de violencia psicológica en el trabajo, que producen un daño emocional invisible a los ojos de la organización, que impactan en su comunicación interna y en su productividad. Es un tipo de agresión verbal con efectos negativos directos, tanto en el bienestar de las personas como en el clima laboral.
La empresa debería entender lo perjudicial que es utilizar este tipo de comportamiento en las relaciones interpersonales: crea un ambiente hostil, resentimiento y malestar en quienes lo padecen.
El grito bloquea. Provoca efectos contraproducentes ya que paraliza la memoria activa de quien lo sufre, reduce la habilidad de entender instrucciones y realizar tareas básicas. Además, es un tipo de humillación que genera ataques de pánico, ansiedad, estrés y vergüenza.
La agresividad verbal no es una manera efectiva de comunicación, daña la autoestima de los empleados y conduce a ciclos de violencia emocional: en lugar de resolver conflictos o expresar opiniones de manera constructiva, solo genera más conflictos y agrava las tensiones en la plantilla.
Las personas que gritan probablemente arrastren un Trastorno Explosivo Intermitente (gritos, irritabilidad, portazos…) indicativo de infancias o adolescencias complicadas, con episodios de inestabilidad emocional prolongados y trastornos de conducta e impulsividad así como nula inteligencia emocional.