Cuando pensamos en alguien con depresión, imaginamos a una persona triste, sin energía, que llora con frecuencia y sin ganas de vivir.
Pero no tiene por qué ser así. Cada cuadro depresivo es distinto y uno de ellos es el caso de la depresión oculta o sonriente.
La depresión sonriente establece que una persona vive su depresión de manera profundamente interna, sin reflejarla exteriormente, de tal manera que puede mostrarse feliz y contenta, siendo su vida pública normal o incluso ideal.
Por lo tanto se caracteriza por una aparente normalidad.
Este tipo de depresión atípica, es muy difícil de disimular: quien la padece, es capaz de enmascarar o disimular su estado de ánimo, de sonreír, de vivir momentos alegres y aún así, tener pensamientos suicidas, tras esas falsas muestras de felicidad.
Por ejemplo, estas personas:
– suelen hacer un gran esfuerzo por evitar mostrarse aisladas, incluso pueden parecer más activas de lo normal, haciendo un sobreesfuerzo por compensar la desconexión social a la que en realidad les gustaría rendirse
– se interesan especialmente por los demás, sin hablar nada de sí mismas
– se implican en numerosas actividades sociales, organización de eventos y reuniones superficiales de manera poco selectiva para mantenerse ocupadas y alejadas de sus pensamientos.
El sujeto muestra afán de ocultamiento y este anhelo redunda en una actitud activa para que las personas que lo rodean no perciban el malestar al que está haciendo frente.
El sello de la depresión es la tristeza. La sonrisa que vemos es una máscara, un mecanismo de defensa para ocultar los verdaderos sentimientos.
La depresión no es una señal de debilidad. Tampoco es algo de lo cual una persona pueda recuperarse repentinamente. Es una enfermedad que necesita tratamiento profesional. Pero con la atención adecuada, siempre es posible avanzar.
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Antonio Rodríguez