Ser inteligente no es garantía ni de éxito ni de felicidad.
Aunque ser inteligente es un rasgo que parece acompañar a las personas en la consecución de sus objetivos, abrir puertas y brindar facilidades en distintos aspectos de la vida, muchos estudios sugieren que puede ser fuente de grandes desventajas.
Uno de los peores inconvenientes, está relacionado con las expectativas. Las personas inteligentes se enfrentan a expectativas muy elevadas, tanto de quienes les rodean como de sí mismos y la cadena de las altas expectativas, en caso de no cumplirse, es:
> altas expectativas > ansiedad > decepción > frustración
La inteligencia conlleva perfeccionismo, fragilidad, impulsividad, hipersensibilidad, perspicacia y aislamiento, aspectos que pueden ser muy perjudiciales a la hora de integrarse en un sistema jerárquico, transmitir ideas o establecer relaciones con compañeros.
Todas estas características, muy difíciles de encajar en un entorno laboral.
Las personas inteligentes hacen las cosas a su manera, logran ser vistos, escuchados y recordados y rápidamente destacan sobren los demás. Su cerebro funciona más rápido y de manera más eficiente, tienden a racionalizar y saben lo que no saben, lo que les lleva a hacer preguntas, expresar su opinión y profundizar en las ideas, sin quedarse en la superficie. Aún así, la inteligencia por sí sola no basta; debe ir acompañada de esfuerzo, trabajo y buenos orientadores.
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