El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada día una nueva visita: una alegría, una tristeza,
una decepción, una mezquindad.
Cierta conciencia momentánea
llega como un visitante inesperado.
¡Dales la bienvenida y acógelos a todos!
incluso si son una multitud de lamentos,
que desvalijan violentamente tu casa.
Aún así, trata a cada huésped honorablemente pues
puede estar creándote espacio
para un nuevo deleite.
Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia
recíbelos en tu puerta con una sonrisa
e invítalos a entrar.
Sé agradecido con quien quiera que venga
porque cada uno ha sido enviado
como una guía del más allá.
— Jelaluddin Rumi, poeta persa nacido en 1207
Lo que nos transmite Rumi con esta metáfora-poesía es que el ser humano es una casa donde coexisten todo tipo de emociones y que éstas no son permanentes sino que van y vienen. El tiempo por el que se alojan, es determinado y sólo nosotros podemos decidir cuánto tiempo queremos que se queden.
Hay emociones inútiles o negativas: la preocupación, la ira, la culpabilidad, el arrepentimiento, la angustia, la ansiedad … nos pasan factura, afectan a nuestro estado de ánimo y a nuestra forma de encarar nuestros desafíos. Disminuyen nuestra potencia de actuar, de pensar y nuestra fuerza para existir.
Y hay emociones útiles o positivas: la alegría, la fortaleza, la confianza, la generosidad, la motivación, la pasión, la serenidad, la ilusión … son fundamentales para nuestro bienestar y calidad de vida y nos ayudan a afrontar nuestras metas y propósitos.
Las emociones son la manera en que estamos en contacto con el mundo, son “una tendencia a actuar en una dirección determinada”
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